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¿Ejecutivos jugando a la ruleta rusa?

Si capitalizáramos la evolución de las llamadas ciencias blandas al ritmo que capitalizamos el avance de la tecnología, el mundo sería hoy muy distinto.

Más de 100 años nos ha llevado comprender -y en parte aún trabajamos en ello- que la capacidad de las personas se despliega en el entramado cultural de las organizaciones, más precisamente en los vínculos. No obstante, es común aún advertir que el planeamiento estratégico de la cultura no aparece tempranamente en la agenda ejecutiva ni en los planes de negocio.

Fusiones, adquisiciones, compañías creciendo exponencialmente en lapsos breves de tiempo, permiten ilustrar una variada gama de síntomas y comportamientos de las personas de la organización (rotación, falta de motivación, oscilaciones o baja en la productividad, decisiones desconectadas del plan de negocios/propuesta de valor, entre otras), que se repiten ante el asombro y sorpresa de sus líderes. Y seguramente en parte, porque aún opera una lógica mecanicista, es que se espera alineamiento, compromiso y motivación tras el sólo anuncio o comunicación de un plan de gestión.

Según la consultora Gallup sólo el 13% de la fuerza trabajadora de la población mundial se encuentra comprometida y resulta altamente productiva en sus roles. Más del 25% no está comprometido pero contribuye con su trabajo sin entrega ni pasión y otro tanto esta desinteresado, no tiene planeado buscar otro empleo (!!)y generan un eco de descontento que afecta los vínculos entre colaboradores y deteriora el clima laboral. ¿Alarmante, no?

“La cultura se come a la estrategia para el desayuno” se ha convertido en una frase emblemática pero que aún no logra escalar en forma suficiente, posiciones en la agenda directiva.

Si uno no lidera la cultura, probablemente la cultura liderara la gestión y será un juego de azar lo que obtengamos como resultado.

¿Pero es posible construir la cultura requerida?

La cultura requerida no solo es posible de construir, sino que constituye un issue clave a la hora de garantizar la sustentabilidad del negocio. Si las compañías tienen una visión organizacional que se plasma en el plan estratégico y una misión que representa el adn, aquel valor único y diferencial que se busca entregar para liderar el mercado y con el que se pretende trascender en el tiempo, es la cultura la que garantiza que esto suceda. No incluirla tempranamente resulta, en el contexto actual, jugar a la ruleta rusa.

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